lunes, 19 de abril de 2010

Renacimiento. Maddalena Casulana

MADDALENA CASULANA De su vida se conoce muy poco fuera de lo que no sea las dedicatorias y escritos en sus colecciones de madrigales. Posiblemente nació en 1544 en Casola d'Elsa. Debió recibir muy joven su primera formación musical, destacando pronto como cantante e intérprete de laúd. Poco después se trasladó a Florencia, donde comenzó su actividad como compositora. Su primer trabajo lo escribió en 1566: cuatro madrigales que forman parte del primer libro de II Desiderio. Un año después publicó en salió otro madrigal a cuatro voces, en el tercer libro de II Desiderio. En 1568 reeditó estas cinco primeras composiciones junto con otras veintinueves en su primera obra musical: Ill primo libro di madrigali a quatro voci, que fue el primer trabajo musical publicado por una mujer en la historia de la música occidental. Por esta misma época se trasladó al norte de Italia. Primero estuvo en Venecia, donde dio clases de composición al poeta, músico y actor Antonio Molino, a quién le dedicó su primera obra. Su segunda obra, de 1570, se la dedicó a Antonio Londonio, por lo que se piensa que debió tener contacto con la ciudad de Milán. En 1582, después de 12 años sin saber nada de Maddalena, aparece de nuevo su nombre en la dedicatoria que el editor veneciano Angelo Gargano le hace del primer libro de madrigales de Filippo de Monte: Alla Virtuosísima Signora Maddalena Casulana di Mezarii”. Su última composición conocida es el madrigal Stavasi il mio bel sol, incluido en II Gaudio. Se piensa que murió aproximadamente en 1590. Maddalena tiene un estilo musical moderadamente contrapuntística y cromático. Sus líneas melódicas son cantábiles y cuidadosamente respetuosas del texto. Otros compositores de la época, como Philippe de Monte, tenían alta opinión de ella; que Lassus condujera un trabajo de ella en una boda en Baviera, sugiere que también estaba impresionado por su habilidad. Sobreviven 66 madrigales de Casulana. IL VOSTRO DIPARTIR Madrigal sumamente expresivo y de una gran sutileza descriptiva, en el que predomina la textura contrapuntística y el cromatismo. Se trata de una pieza a tres y a cuatro voces, pensadas para ser cantadas, pero era una práctica común de la época la sustitución o duplicación de las mismas por instrumentos. El dramatismo del texto se ve reflejado en el cambio constante de modalidad, aunque predomina el modo menor, en el cruce de voces, que genera una sonoridad tensa sólo amortiguada en las palabras “caro mio bene” y después mantenida hasta el acorde final que no resuelve. El extremo de la expresividad dramática tiene lugar sobre los dos últimos versos, que hablan de dos ríos de amargas lágrimas, mientras que los valores pasan a ser redondas y cuadrada, con retardos que crean constantes disonancias y que consiguen una densidad armónica extraordinaria.

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